BLAS DE LEZO Y LA DEFENSA DE CARTAGENA DE INDIAS
- Josinho
- 15 ago 2015
- 5 Min. de lectura
BLAS DE LEZO Y LA DEFENSA DE CARTAGENA DE INDIAS

“ME GUSTA SABER QUE DEJO UNA PARTE DE MÍ MISMO EN CADA CAMPO DE BATALLA A CAMBIO DE UN POCO DE GLORIA”.
Blas de Lezo y Olavarrieta, almirante español, nacido en 1689 en Pajares, Guipúzcoa, y muerto en 1741 en Cartagena de Indias, Virreinato de Nueva Granada, actual Colombia.
Inauguramos esta nueva sección de champiñón.com con uno de esos grandes héroes incomprensiblemente olvidados en nuestra historia, y que precisamente este sábado se erigió en su honor una estatua en la céntrica plaza madrileña de otro gran hombre de mar, Colón.
Blas de Lezo en la historia de cualquier otro país sería como poco recordado, si fuese inglés sería admirado como el Almirante Nelson y tendría una plaza en su honor como Trafalgar Square en el centro de Londres, pero “Spain is Different”, de ahí empezar con su historia.
Participó en 22 batallas y expediciones, rindió decenas de buques del enemigo y jamás perdió una batalla ni se humilló ante el enemigo, les presentamos a Don Blas de Lezo, Almirante Mayor de la Armada Española y el hombre que salvó el Imperio.
LOS COMIENZOS DEL “MEDIOHOMBRE”
Blas de Lezo, de familia de marinos, tras las buenas relaciones entre los Borbones españoles y franceses que les llevó a intercambiar hombres, con tan solo 12 años ya formaba parte de la flota del Conde de Toulouse. En 1704 mientras luchaba en la Guerra de Sucesión Española, en Vélez-Málaga recibe un balazo de cañón que le amputa una pierna. La leyenda de aquel al que se apodaría como “El Almirante Patapalo” acababa de comenzar.
Dos años más tarde y en guerra aún, una esquirla de una bala le hizo perder su ojo izquierdo. No fue su última desgracia, en 1714 y en otro asedio a Barcelona, una bala de mosquete inutilizó su brazo derecho. Tanta desgracia en la batalla le valió el apelativo de “Mediohombre”, cojo, manco y tuerto, no era para menos.

Pero lejos de retirarse siguió dedicado a su gran amor, junto con su esposa la criolla Josefina, la mar. Entre sus misiones estuvo la contención de los contrabandistas ingleses que atacaban los barcos españoles en el Caribe, una expedición a Génova, a la que amenazó con bombardear si los dos millones de pesos de la Corona española que estaban retenidos en los bancos genoveses no eran devueltos, o la reconquista de Orán, enclave importante del norte de África en el Mediterráneo perdido durante la Guerra de Sucesión a manos de los otomanos, y del que el Rey Fernando el Católico y el Cardenal Cisneros, ya valoraban su importancia estratégica más de dos siglos antes.
LA GUERRA DE LA OREJA DE JENKINS
Robert Jenkins era uno de esos corsarios ingleses que surcaban los mares siempre dispuestos a hacer dinero asaltando algún barco español. En 1734 fue apresado cerca de Florida por el capitán español Juan León Fadiño. Le dejó libre tras cortarle una oreja, haciendo llevar a Jenkins el recado a Inglaterra de que como el Rey Jorge II se atreviese a pasar por allí, correría la misma suerte.
Años más tarde y ya en Inglaterra, Jenkins explicó el incidente delante del parlamento inglés. La afrenta estaba hecha y los ingleses ya tenían su excusa para iniciar una guerra que deseaban.
CARTAGENA DE INDIAS, UNA BATALLA DESIGUAL Y LA SALVACIÓN DEL IMPERIO
En 1737 es nombrado Comandante General de Cartagena de Indias, debiendo defender la ciudad de cualquier agresión. Cartagena de Indias era un enclave básico para las comunicaciones entre España y las colonias americanas, siendo el principal puerto del que salía el oro hacía España, perderlo, significaba perder también la hegemonía española en el Atlántico y en el continente.
186 Navíos entre buques de guerra y transporte, 10.000 tropas de asalto, 12.000 marinos y 1.000 macheteros jamaicanos y 2.600 piezas de artillería fueron enviados por los ingleses para la conquista, nunca antes ni tan siquiera la Armada Invencible de Felipe II se había utilizado un ejército de esas dimensiones, y nunca se volvió a utilizar una flota mayor hasta el Desembarco de Normandía.
Para hacer frente a ese contingente, Blas de Lezo contaba con 6 buques y tan sólo unos 2.300 soldados mas 600 arqueros indios, además de las grandes defensas con las que contaba la guarnición. Era 1741, y pese a la inferioridad en número, Blas de Lezo optó por resistir, Cartagena de Indias no se iba a rendir.
Los buques británicos que venían de destruir fácilmente Portobelo, Panamá, comandados por el almirante inglés Edward Vernon, pensaron que en esta ocasión también les resultaría igual de sencillo. Fue tan grande la convicción, que pocos días después del combate y ante las noticias que llegaban a Inglaterra, Jorge II mandó hacer moneda para conmemorar una victoria que creían segura pero que no llegó jamás. En dicha moneda, se podía ver a un Blas de Lezo arrodillado ante Vernon, le conocían muy poco los ingleses ya que ni siquiera mostraban el detalle de su pierna de palo.

Durante 67 días el bombardeó inglés a Cartagena de Indias no cesó. Blas de Lezo mandó desmontar los cañones de los seis buques españoles colocándoles en lugares estratégicos, y mandó destruir los barcos impidiendo la entrada de los navíos ingleses dentro del puerto. Las defensas construidas resistían y las tropas españolas no retrocedían.
Vernon, desesperado, mandó desembarcar a sus tropas. Ante las trincheras, los mosquetes españoles y la enfermedad (clima y peste de los propios cadáveres) iban menguando cada vez más las tropas inglesas. Finalmente Vernon asumió que era incapaz de tomar la fortaleza, las pérdidas eran grandes y ya no tenía gente suficiente para llevar muchos de los barcos que habían llevado para la conquista, lo que les llevó a hundir gran parte de su flota. 3.500 muertos en combate, 2.500 por enfermedad, 7.500 heridos, 50 barcos, 1.500 cañones, eran las pérdidas con las que no volvería Vernon a Inglaterra.
La humillación inglesa fue tan grande, que Jorge II impidió a sus cronistas hablar de aquella batalla.
Durante 60 años más, se aseguró la situación hegemónica española en el comercio con América, hasta la derrota en Trafalgar de españoles y franceses ante los británicos.
Cinco meses más tarde, Blas de Lezo, el hombre que había salvado el Imperio, moría en Cartagena de Indias víctima de la peste y las enfermedades ocasionadas por la gran cantidad de cadáveres que asolaban la zona. Fue nombrado Marqués de Ovieco a título póstumo por sus servicios, dejó mujer y tres hijos y nadie sabe dónde fue enterrado. Pero seguramente lo más triste es que su historia haya caído en el olvido.
Su última voluntad, no concedida aún, fue que se instalase una placa en el castillo de San Felipe de Barajas en Cartagena de Indias con la siguiente inscripción:
ANTE ESTAS MURALLAS FUERON HUMILLADAS INGLATERRA Y SUS COLONIAS.

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